miércoles, 19 de abril de 2017

Niebla.

Diría yo fuí Micaela Barón por llamarme de algún modo, con el pecho inflado de orgullo gritaría a los cuatro vientos: ¡Yo me amo! ¡Y nadie me podrá separar!
Iría de la mano con mi idea, abrazaría mi creación y me miraría en la ventana del ómnibus sintiéndome poeta.
Atravesaría la niebla amarilla iluminada por los focos de la calle, sin saber que hay en frente, sin notar que existe alguien que no sea yo en mi caminata.
Me hundiría en lo espeso del aire, en el misterio de la siguiente cuadra que luego pisaré.
Abrazaría sin dudas al mundo, a mí, para terminar chocando mis ojos y la luna amarilla que ha decidido salir cuando yo vuelvo a mi llamada casa.
Enloquecería y me dejaría enfriar el cuerpo con la mayor calidez del tiempo, como olvidándome de mi negación al frío, como volviéndolo a vivir con otra piel.
Viviría una y mil veces en esta noche difusa, donde el mundo parecía darme su consentimiento para respirar con valentía.

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