Era una fría mañana anhelando septiembre, la fuerza gravitatoria me tenía, como de costumbre aferrada a mi cama y el sol me decía que tal vez afuera habría un mundo nuevo, solo si lo veía con otros ojos…
¿Qué hubieras hecho vos? El celular no sonó esta vez, no sonó nunca más. No volvió a alarmar ni a develar las fotos de lo que hiciste ayer. No hubo más rencores ardiendo en la boca del estómago. Y de repente me veía curada. Me levantaba de la cama con unas ganas de no decirte nada nunca más, ni a vos ni a nadie; de desaparecerle la vuelta a las palabras, de descocerme los ideales afiebrados, de escupir todo lo que me inculcaron.
Y al fin tomar un lindo y fresco trago de aire.
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