miércoles, 19 de abril de 2017

Fragmento de algún intento de novela.

SOBRE EL Y ALGUNO MÁS:
Éramos otras personas allá atrás en el galpón de la memoria, cuando yo, con una excesiva incomodidad tímida  te dije que no me había animado nunca  darme un beso real con alguien. Yo no sabía nada de vos, vos no sabías nada de mi… pero creíamos que ya hacía más juntadas de las que habían contadas en realidad que nos habíamos dado la carta de presentación.

Fueron arriba de la casilla de guardavidas los primeros besos que vos decías enseñarme, fueron arriba de la casilla de guardavidas, pero en otra playa, los que creí hasta un fin de año que fueron los últimos que tendría. De ahí en más habían palabras, era yo otra persona repito todos los días, era yo en el misterio, cuando dejaba que la imaginación te creara y me inventara tus pensamientos y razones.
Ahora, como si nada de esta incertidumbre vieja hubiera existido, nos fuimos encontrando aleatoriamente…  un día de casualidad, una semana para sentirnos uno sólo, frenar de vuelta y más días casuales donde en cierto momento pareciera que los dos nos enamoramos en unas cuantas miradas y unos besos que ya no son los primeros, pero que nunca son los mismos.

Me fui dando cuenta que te podés enamorar por un día y que no hay reglas que se cumplan honestamente. Yo no decía mentiras en los fogones, yo no decía mentiras en los juegos ni en los valses que bailé. Me enamoré una noche muchas veces… muchas veces de vos, otras veces de otros, sin que la palabra saque el valor que realmente tuvieron para mí. Esas noches/días siempre daban paso al arte, cuando me quedaba sola explotaba en palabras, colores… palabras de colores… y para vos alguna melodía.


Luego se apagan y cada uno sigue su vida, cuando ya no se puede vivir del recuerdo.  ¿Hay algún patrón que se cumpla? Cuando llegan las doce y salgo corriendo olvidando mi zapato… ¿siempre sucede que cuando me buscan ya no me queda? En una semana, en un abrir y cerrar de ojos me dirijo al reencuentro de mi amor de campamento, ese que está dibujado en aquella hoja del suelo que se ve si saco la vista del cuaderno un poco más adelante. ¿Puedo si quiero bailar descalza aunque esa zapatilla ya no me quede? Yo espero sus ojos, que no son los tuyos cuando amanece y sus manos que no se sienten como las tuyas y me erizan la piel. O su sonrisa, que definitivamente no es la tuya, cuando bailamos, cuando me mira avergonzado, cuando me escucha y cuando lo quiero. ¿Puedo apretar la magia? Que se quede ahí adentro mío y sacarlo una o veinte veces más a bailar. Pero él también debería conocerme de nuevo y alegrarse, con otra que al correr los segundos del reloj ya no es la misma y que fue colgando y descolgando el abrigo del perchero en esta estación confusa.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario