La boca apunta ligeramente hacia la izquierda con su discurso tenue, casi inaudible.
Las rodillas torcidas hacia adentro se miran entre ellas. Entablando una intima conversación, no necesitan nada más que comprenderse.
La mano se ha decidido a no decidirse por ninguna de las direcciones,
funciona ambigua-mente, ambidiestramente le pese lo que le pese a los que definen las definiciones y dicen que las cosas deben funcionar de una manera o verse de otra.
Mi cuerpo es una cometa atravesada por distintas corrientes de viento, tornándose hacia destinos imprevistos por la cuerda que la sujeta a medias, se deja desvanecer en el color del cielo.